En 1967 el estadista y economista alemán Ernst Friedrich Schumacher criticó los nuevos usos de energía nuclear y la economía moderna advirtiendo su impacto biológico. Sus detractores, otros economistas, lo llamaron excéntrico y exagerado. Diecinueve años después: Chernobyl.
Schumacher declaró en una conferencia del año 1973 que ciertos adelantos científicos y tecnológicos de los últimos años estaban produciendo peligros de una naturaleza totalmente intolerable. Richard Marsh, entonces Ministro de Energía, dio una conferencia el mismo año en la que dijo que “la prosperidad económica del mundo parece estar ligada a la energía nuclear”. Y no sólo eso, en esa época este tipo de energía representaba el 1 por ciento del total de la electricidad en el mundo. Marsh estaba convencido que para el 2000 esta cifra se habría incrementado a más de 50 por ciento y cada día se inauguraría un nuevo reactor de 500 MWe.
Por supuesto no contaba con que en 1986 uno de los reactores nucleares de la Unión Soviética se sobrecalentaría y provocaría uno de los mayores accidentes medioambientales de toda la historia. Esto le dio la razón a Schumacher, ¿pero hizo que alguien se interesara por aplicar sus estudios y sus propuestas de la economía humanista? Quizá sí, pero la economía que prevalece es la misma que el autor criticó.
“El sistema vive del capital irreemplazable al que alegremente considera una renta”, afirma en su obra Lo pequeño es hermoso, un compilado de artículos y conferencias del autor que lejos de ser un libro de economía es una propuesta a madurar el conocimiento científico. En este libro, Schumacher propone que se pueden desarrollar nuevos métodos de producción y nuevas pautas de consumo, pero sobretodo: “un estilo de vida diseñado para la permanencia”. ¿Será demasiado tarde?
Aunque los mercados orgánicos y modos de vida eco-friendly son más visibles (no puedo afirmar que más comunes, aunque ésa es mi percepción) esto parece convivir muy bien con el resto de consumo desenfrenado y no en todos los casos es una crítica a las islas de miseria que ha dejado nuestro sistema económico. Lo más peligroso de este modus vivendi materialista, es que parece un axioma pensar que la fórmula de la paz mundial y el fin de la hambruna es que todos seamos igual de ricos. Esta filosofía, dice Schumacher, que buscar la obtención unilateral de riquezas, “no encaja dentro de este mundo porque no contiene ningún principio limitativo en sí mismo; pero el entorno en el que está ubicado es estrictamente limitado”. O como diría Ghandi: “la tierra puede proporcionar lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada hombre pero no la codicia de cada hombre”.
Si sólo renunciando a la ambición se puede lograr una disminución real de las tensiones que son “la causa última de la contienda y la guerra”, y hay tantas personas comprometidas con el medio ambiente y el impacto de la contaminación y la industria comencemos a tirar las primeras piedras, o a levantarlas. Una de las cosas más bellas de este libro es que te hace pensar en el atractivo superficial de ciertos beneficios y “soluciones científicas” que en realidad degradan la estructura social.
Me gustaría llenar de citas este post porque además de ser un texto que da propuestas prácticas y críticas interesantes, está escrito con cierta ironía que en lo personal me encanta encontrar en artículos de este tipo. Y aunque podría abordar la reseña desde otros puntos de vista como: el socialismo, la educación, la pobreza, la propiedad, etcétera, la obra contiene distintas temáticas que parecen rotar alrededor de una pregunta dura y pertinente (entonces y ahora): ¿Es éste un asunto de mercancías o de gente?.
La crítica de este economista a la economía es directa: si el sistema capitalista no puede comprender que por encima de sus abstracciones como el ingreso nacional, el PIB, el PEA, el input-output, hay una realidad humana de pobreza, delincuencia, ecocidios, explotación y otras anomias, la economía simplemente es inútil. “En el momento presente hay muy pocas dudas de que toda la humanidad está en peligro mortal, no por carecer de conocimientos científicos sino porque tendemos a usarlos destructivamente, sin sabiduría”.
Del gigantismo universal a la virtud de lo pequeño, es el camino que Schumacher propuso hace 50 años dejando una reflexión en el aire: ¿es la tierra meramente un medio de producción o es algo más, algo que es un fin en sí mismo?