La Industria Cultural

En México el desarrollo de las actividades culturales y fomento a las artes que es financiada por capitales públicos y privados, se ha convertido en una industria que ofrece productividad e intercambio comercial con el resto del mundo. La industria cultural aporta el 2.7% del PIB en nuestro país (379 mil 907 millones de pesos)[1].

La viabilidad del emprendimiento cultural debe iniciar con el reconocimiento de que las creaciones artísticas o culturales corresponden a un segmento industrial reconocido actualmente como industria de los contenidos.

Se trata de un sector económico  con una capacidad muy amplia para emprender negocios que pueden ser diversificados, sobre todo por la influencia actual de las nuevas tecnologías. De acuerdo con algunos estudiosos esta industria se divide en 11 segmentos específicos[2]:

1. La industria editorial; 2. La industria del cine; 3. La industria de televisión; 4. La industria de la radio; 5. La industria discográfica; 6. La industria de contenidos para celulares; 7. La producción musical independiente; 8. La producción audiovisual independiente; 9. Los contenidos para Web; 10. La industria de los juegos electrónicos (games); y 11. Los contenidos producidos para la convergencia digital (cross media).

La conformación de esta tipología que trasciende sobre las plataformas digitales permite reconocer a la economía cultural como un fuerte motor de negocios que pueden ser desarrollados por iniciativas independientes, lo mismo que por pequeñas empresas.

A través de esta tipología se puede observar un universo de negocios casi ilimitados para los creadores a partir de generar estrategias de valor agregado para cada una de las obras que proyectan en el quehacer cultual. 

Citando un ejemplo podríamos tener una novela completa lista para ser publicada por la industria editorial, transformarla en un guión cinematográfico y convertirla después en un video juego.  Las combinaciones son indeterminadas y el universo de obras colaterales a generar, todo a través de un  procedimiento muy sencillo  que se basa en el registro de marcas y derechos de autor.

Propiedad intelectual

La protección de la propiedad intelectual para las obras culturales abarca a los derechos de autor pero también a la creación de bienes de la propiedad industrial como lo son las marcas

La protección de la propiedad intelectual para las obras culturales abarca a los derechos de autor pero también a la creación de bienes de la propiedad industrial como lo son las marcas

De acuerdo con la documentación de Cosette Castro la industria cultural abarca aquellas actividades que combinan la creación, la producción y la comercialización de contenidos que son inmateriales y culturales en su naturaleza, es decir producen bienes simbólicos y de valor, por tanto son productos que se protegen a través de los sistemas de propiedad intelectual.

El desarrollo de una dinámica de negocios en el ámbito de la cultura debe estar aterrizado en un plan que proyecte a cada obra con el potencial comercial que le corresponde, y tener siempre en cuenta que el valor para cada una de estas obras depende del nivel de protección de propiedad intelectual que se tenga de ellas, ya sea para crear subproductos por cuenta propia o poderlas licenciar a terceros que generaren valor en  los distintos segmentos industriales.

La protección de la propiedad intelectual para las obras culturales abarca a los derechos de autor pero también a la creación de bienes de la propiedad industrial como lo son las marcas. Esta última cualidad abre un potencial enorme a la comercialización de productos de origen artístico y cultural, como podrían ser los nombres de personajes en el caso de una obra literaria, el nombre propio de una obra creativa, las ilustraciones de una obra gráfica, por citar algunos ejemplos.   

Algunos modelos de negocios bastan para proyectar el potencial de la creatividad en México: la empresa Huevocartoon que inició con ilustraciones animadas y que ahora está asociada a diversos productos de consumo; con una historia similar están la producción derivada de la marca de Distroller que el día de hoy se consume en una decena de productos utilitarios con su popular virgen de Guadalupe y otras ilustraciones.

Hay que considerar que en la cúspide de esta pirámide de negocios están las grandes corporaciones propietarias de los medios que por la propia evolución de las tecnologías tienen presencia en casi todas las actividades segmentadas en la industria de los contenidos, no sin dejar de tomar en cuenta también a las grandes cadenas de consumo que se valen de la condición creativa de los negocios culturales para ofertar sus productos. Ellos son las primeros oferentes de este mercado y necesitan trabajar con obras debidamente protegidas por sus autores.

En este contexto es que el primer paso para crear un plan de negocios que transforme al producto cultural en una diversidad de obras comercializables es hacer un proceso de gestión adecuada de protección a su propiedad intelectual

[1] Cuenta Satélite de Cultura 2008-2011, INEGI http://www.inegi.org.mx/inegi/contenidos/espanol/prensa/Boletines/Boletin/Comunicados/Especiales/2014/enero/comunica1.pdf

[2] Industria de los Contenidos en Latinoamérica: Castro, Cossete, 208. http://www.razonypalabra.org.mx/libros/libros/Gdt_eLAC_meta_13.pdf