Recuerda la cantidad de plantas que observas al caminar por el bosque, en los parques de la ciudad, cuando sales a andar en bicicleta o mientras viajas en automóvil y, que tal cuando vas a la playa, sales de campamento o viajas en avión. Si tienes suerte, pudiste haber observado muy diversas formas vegetales, con tallos y hojas de tamaños y texturas caprichosas. Algunas con espinas, flores de colores vistosos y frutos carnosos o secos con semillas que vuelan con el viento. Con un poco más de suerte pudiste conocer a aquellos animales que se alimentan de ellas, que las polinizan o consumen sus semillas. En otro escenario menos afortunado, pero no menos gratificante, quizá lograste observar algunas plantas creciendo en macetas, colgadas o sembradas en el jardín, sobre grietas en el concreto, rompiendo el asfalto o incluso en las paredes de las casas abandonadas.
Ahora, medita un poco sobre tus alimentos del día de hoy, quizá contengan algún tejido vegetal: alguna especia en la salsa, semillas en el pan, cilantro y cebolla en tus tacos; y que tal la fruta y vegetales de tu ensalada; y en el postre acompañando el café o té. Quizá algún otro tejido vegetal exista en tu ropa, en las almohadas y sábanas que usaste para dormir, en los muebles en donde estás sentado ahora mismo y aquellos que sostienen tus libros, trastes, computadora. Y a la hora de tomar algún medicamento, complemento o vitamina, y es muy probable que su origen esté relacionado con las plantas.
¿Puedes identificar las emociones que te provoca el observar plantas en tu entorno? ¿Crees que sea trascendente la utilidad de las plantas en tu vida diaria? Es el momento de preguntarnos, cuántas especies de plantas y animales dependerían a su vez de otras especies de plantas. Si los humanos, como habitantes de este planeta, podríamos permanecer en un futuro sin plantas o, como sucede en algunas películas, produciríamos artificialmente todo lo que necesitamos.
Alternativas para la conservación de especies
La conservación de hábitats naturales o conservación “in situ” es el mecanismo ideal para mantener por tiempo indefinido las funciones que nos ofrecen las diferentes formas de vida en el planeta. Permite la continuidad de los procesos evolutivos y demás cambios naturales que hicieron aparecer a las plantas y que han moldeado sus características por miles o millones de años. Pero por desgracia no vivimos en un mundo ideal, la conservación es en la práctica un camino complejo en el que están involucrados importantes elementos económicos, políticos, culturales, entre muchos otros factores. Algunos de ellos son el aumento en la densidad poblacional y de los servicios que requerimos todos los días, los altísimos niveles de pobreza y desigualdad que prevalecen en muchos países. Y por si esto fuera poco, los continuos cambios en el clima y en el uso de la tierra, han convertido a la conservación de la naturaleza (especies y sus hábitats) en uno de los grandes retos humanos, una labor muchas veces menospreciada.
Una de las alternativas que complementan a la conservación in situ, es el esfuerzo por conservar a las especies de plantas en bancos de germoplasma y jardines botánicos, a lo cual se le conoce como conservación “ex situ” o lejos de su hábitat. En estos lugares se resguarda la diversidad genética y morfológica de las plantas a través de distintos métodos, pero todos ellos basados en el conocimiento científico. Se pretende preservar los recursos naturales para el futuro, pero también se tiene el firme propósito de regresar parte de estas colecciones naturales a su hábitat originario. Por ejemplo, a través de la restauración de hábitats que han sido perturbados por actividades como el crecimiento urbano descontrolado o después de desastres naturales como son los incendios, tornados o huracanes, que han aumentado en los últimos años y, que se estima incrementarán en número y magnitud en un futuro no muy lejano.
En el banco de germoplasma del Centro de Investigación Científica de Yucatán, —GermoLab—, realizamos la conservación e investigación de especies nativas de la península de Yucatán. La prioridad es la conservación de las especies útiles, más conocidas, como son la ceiba, la caoba, el achiote, el maíz, la chaya o los frijoles e ibes. Pero también aquellas que son muy raras, que solo crecen en una pequeña región del planeta y que pudieran desaparecer por la pérdida de su hábitat. Esto pasa con muchas especies de árboles, cactáceas, orquídeas, palmas, entre otras.
Mammillaria gaumeri, especie endémica de la Península de Yucatán
Algunas de estas especies de plantas las hemos podido conservar por mucho tiempo en forma de semillas, ya que se pueden secar y luego ser congeladas en nuestras bóvedas. Sin embargo, las semillas de muchas plantas de bosques tropicales no toleran estas condiciones, por lo que es urgente realizar investigaciones profundas para identificar la mejor forma de conservarlas. Para conservar estas plantas, el crecer en nuestro Jardín Botánico es una buena opción por el momento ya que las condiciones ambientales son similares a las de su hábitat. Estamos en la búsqueda de apoyo para continuar investigando la biología y fisiología de plantas tropicales ya que, solo a través de este conocimiento podremos desarrollar técnicas avanzadas de conservación de semillas, tejidos y ADN. Esperamos tener representadas a la mayoría de las especies útiles, endémicas y en peligro de extinción de la península de Yucatán en los próximos años para permitir su uso sustentable por las siguientes generaciones.