Hace unos años hablar de celebridades y artistas, implicaba hablar exclusivamente de personas encargadas de protagonizar películas y programas televisivos. La fama era casi sinónimo (sobre todo en nuestro país) de salir en la tele y tener uno que otro “escándalo”.
Hoy en día los formatos en los que se distribuyen y se consumen los contenidos han cambiado a tal grado que nuestras nuevas celebridades no aparecen en la tele, sino en Youtube, Twitter, Vine e incluso Instagram, los nuevos ídolos y talentos se encuentran compartiendo el día a día de su vida con sus seguidores haciendo de ésta una nueva carrera laboral.
Aunque, obvio, no todos crean el mismo contenido ni comparten la misma escala de popularidad, el peso que se les da a estos nuevos líderes de opinión va desde regalarles productos para que hablen de ellos en sus respectivos canales o llevarlos a plataformas más grandes como la televisión e incluso al mundo literario.
Pero a pesar de tener un amplio número de seguidores (y por ende su propio mercado de consumo), la crítica de los no fans, los considera intolerables y sin talento, insultándolos y desprestigiando su trabajo que muchas veces llega a repetir los mismos esquemas de los que huyen en la televisión.
El surgimiento y ascenso de los youtubers se debe quizás, como lo menciona el máximo exponente mexicano, Gabriel Montiel, Werevertumorrow, a que la “Televisión abandonó a los jóvenes”, haciendo que estos busquen nuevos medios y formas de consumo que estén más apegados a ellos que los contenidos que se produce en la TV.
Los intentos de las televisoras por recuperar a esta población, las ha llevado a contratar a los creadores multimedia y su particular estilo laboral para ser parte de sus producciones, cosa que en México aún no ha funcionado del todo.
Sin embargo, en países como Estados Unidos y Reino Unido cada vez es más fácil y (exitoso) dejar que los creadores creen libremente en plataformas de mayor alcance. Un ejemplo de ello es la ya ganadora al Golden Globe, Rachel Bloom.
Rachel, actúa, escribe, produce y en ocasiones compone su serie Crazy Ex-Girlfriend en una de las cadenas abiertas más importantes de EUA: la CW. Sus inicios como youtuber la llevaron a definir su estilo de parodia musical a su show en donde combina la comedia con números musicales haciendo referencias a géneros y artistas mundialmente conocidos, cuyo humor y originalidad la ha convertido en una de las propuestas más originales y frescas de la barra televisiva norteamericana, convirtiéndola en una serie de culto.
El triunfo de Bloom, y la calidad de su producto nos lleva a pensar qué es lo que no funciona en nuestro país: ¿las plataformas limitantes televisivas o la falta de originalidad (y quizás talento) de quienes se dedican a usarlas? O es que quizás necesitamos reforzar la visión crítica con la que consumimos contenidos para así exigir más allá de lo que se produce en nuestro país.