Los sismos de las semanas pasadas marcaron a todos los que lo vivimos en una buena parte del centro y sur de México; en forma similar el otro sismo, el del 85, propició cambios en la estructura organizativa de la Ciudad de México, en aquel entonces Distrito Federal, y generó una cultura colectiva ante desastres naturales; que no ha permeado del todo al resto del país.
Sin embargo, estos sismos, los del 17, están marcando también a porciones importantes de habitantes de los estados de Morelos, Puebla, Oaxaca y Guerrero. Uno de los sismos del 17 no se originó en la frontera de la placa de Cocos sino en el subsuelo de Morelos y Puebla, ya esto es diferente. Para mí, y para muchas otras personas acostumbradas a vivir en una zona sísmica fue muy diferente. Primero muy leve y después muchas sacudidas para finalizar con aparentes interminables oscilaciones; pero quizá ustedes no lo sintieron así, cada uno de nosotros lo recuerda en forma diferente. Una de las cosas más impactante es ver partirse enfrente de uno paredes completas o sentir cómo cae tierra y piedras en la cabeza… anécdotas hay muchas.
Los que estábamos en el trabajo, después del sismo, pensamos inmediatamente en nuestros seres queridos y gracias a la tecnología de telecomunicaciones muchos pudimos tranquilizarnos al leer mensajes: “estamos bien ¿y tú?” Evidentemente, contestábamos de inmediato “bien ¿y tú?” En otros, a estas llamadas siguieron momentos de angustia al no recibir la primera respuesta y algunos pasamos a una profunda tristeza al, posteriormente, saber que ya no platicaríamos más con esas personas.
El momento de la tristeza y del desconcierto antecede al momento de la acción y así fue como millones de personas en la zona centro se configuraron en esquemas autorganizados. A diferencia del 85, en el 17 contamos con herramientas de telecomunicación muy efectivas. Los grupos de WhatsApp surgieron o se modificaron en sus fines. Por ejemplo, los grupos de jóvenes que utilizan WhatsApp para jugar pokemon go (sí algo superfluo: un juego de realidad aumentada) se convirtieron inmediatamente a esquemas organizativos muy eficientes para la ayuda, para ellos fue trivial organizarse y llegar a muy diversos lugares en momentos oportunos, ya tienen por costumbre hacerlo y han creado un lenguaje común y confianza entre ellos. En otros lugares, simultáneamente, se configuraron esquemas de varios niveles, un grupo local con otro regional y llegaron hasta el nivel nacional, todo ello para compartir información de lugares que necesitaban ayuda, informar qué se necesitaba, avisar de sitios de acopio o albergues, etc. En estos momentos la sociedad se organiza y con herramientas son más útiles.
Conozco jóvenes con las mejores intenciones que se desbordaron por los caminos de Morelos con el único afán de ayudar. En estas campañas conocieron una realidad que quizá no tenían presente: la extrema pobreza de la población mexicana que vive en condiciones muy precarias y que sufre tremendamente los embates naturales sin protección alguna. La capacidad de estas personas de sobrellevar desastres de este tipo es muy limitada. Debemos comprender que esta limitada capacidad se debe a que el sistema actual los ha explotado al máximo. Solamente así puedo concebir que nuestro país tenga un producto interno bruto entre los 20 más grandes del planeta; pero haya más del 50% de la población mexicana por debajo de la línea de pobreza.
Esta situación ya la he comentado antes, y regreso a comentar sobre el flujo de la información. Hoy quiero señalar que también las telecomunicaciones se usaron para aumentar la desconfianza en las instituciones. Lamentablemente, las situaciones que enfrentamos hoy en día las ha debilitado y precisamente la corrupción imperante en nuestro país es la principal causa.
La propagación de falsas noticias o de fotografías trucadas, por ejemplo: señalando grietas en la zona del temblor no se hicieron esperar. Si bien, como lo he mencionado con anterioridad, el periodismo ciudadano es una poderosa arma de las personas, al denunciar hechos o dar avisos precisos de peligros inminentes, hoy ha mostrado ser también el peor enemigo para la organización social. Estoy convencido que el daño que las falsas noticias, los rumores infundados y la manipulación de la información con fines políticos o sectarios solamente perjudica a toda la población. La confianza que hemos construido en la información de las redes en caso de emergencia está bajo sospecha.
La difusión de información falsa nos obliga a confirmar varias veces los avisos, por ejemplo: “la detención de un trailer con víveres para las regiones en el sur de Morelos en el Paso Exprés de Cuernavaca para evitar que pase por la endeble región del socavón” en un pestañar y con un tuit mal intencionado se puede viralizar como la detención y desvió de víveres. Por supuesto, estos hechos no tienen conexión, pero la respuesta social es totalmente diferente, si la primera noticia se difunde puede conducir a generar caravanas de camionetas para pasar por ese lugar los víveres y que lleguen en forma segura a su destino final. La segunda noticia conlleva a que un centro de acopio se quede esperando la llegada de ayuda.
Otro ejemplo: el domingo en la tarde se estaba comentando en Twitter “NO es desalojo, se están fusionando dos centros de acopio” este mensaje es totalmente innecesario si solamente hubiera mensajes de los hechos y no hubiera mensajes sin verificación. Este mensaje de advertencia ciudadana lo escribió alguien con la intención de combatir la desconfianza y perdió tiempo al hacerlo en lugar de escribir otro que sí hubiera ayudado por ejemplo: “Hay gente viva en …” que por cierto este tipo de mensajes sí contribuyó a que encontraran gente y la salvaron. No quiero abundar en el caso de Frida Sofía que todos conocen, su cinismo cae por sí solo.
La generación de mayor desconfianza en las instituciones (nótese que digo mayor desconfianza porque ya la hay) conduce a un entorpecimiento de la ayuda eficaz, ya que obliga a las personas socialmente responsables a verificar dos veces la información en lugar de solamente difundirla y actuar.
Por supuesto, algunos nos gusta rebasar a la autoridad y la mayoría de las veces las situaciones de crisis provocan ese adelantamiento; pero es ahí donde las autoridades pueden sumarse a las comunidades y crecer todos juntos para, generando sinergias, obtener más.
La cuestión en estos casos es preguntarse qué debo hacer para ayudar con mayor oportunidad en el momento de crisis y al implantar la respuesta independientemente de si esta acción beneficia también a un contrincante conseguiremos la sinergia; obviamente, esto implica que el contrincante también actúe de la misma manera.
La conducta de propagar información falsa buscando beneficios personales indica una ausencia de escrúpulos y merece nuestro rechazo y mayor desprecio.
A una semana de los sismos del 17 debemos continuar con la ayuda asistencial para los que más la necesiten y diseñar estrategias para que en el largo plazo la mayoría de la población de nuestro país no viva por debajo de la línea de la pobreza y genere la resiliencia para afrontar desastres naturales; pero el detalle será en otra ocasión.
Nota del Editor: Una versión previa de este artículo fue publicada el día 27 de Septiembre en el periódico La Unión de Morelos.