Pensemos por un momento en lo que hacemos cotidianamente, empezando por los primeros minutos de nuestro día, suena la alarma y entonces aparece el utensilio tecnológico más popular de los últimos tiempos, nuestro compañero inseparable en el que confiamos nos hará iniciar a tiempo las labores y al que delegamos muchas otras más actividades de memoria e inteligencia.  

Despertamos, entonces, de un proceso de descanso y sueño aún bastante incomprendido, para encontrarnos recostados sobre un patrón matemático de polímeros tejidos en forma de hilo y pintados industrialmente con colorantes artificiales. Nos levantamos y dirigimos al baño donde nuestro cuerpo, una de las consecuencias de la evolución de la vida en el planeta comenzada hace aproximadamente 4,000 millones de años (cientos más, cientos menos) descarga un desecho bioquímico amarillento, alguna vez fuente de inspiración de los antiguos alquimistas en su intento de obtener la transmutación de la materia en oro.

Inmediatamente después  utilizamos un complejo sistema municipal de purificación y bombeo de agua, sustancia cuyas propiedades sean quizá las más útiles y sorprendentes en lo que va de la historia natural de este planeta. Así seguimos…  utilizamos automóviles, detergentes, papel, electricidad, rayos X.  Y el mundo avanza en el entendimiento de los materiales, vida, sociedades, mente; como si nos hubiéramos dado cuenta que la ciencia y la tecnología son las claves para la innovación y prácticamente todo lo basamos en eso.

Por otro lado, al menos en México, nos enfrentamos a la problemática de que las carreras de ciencias duras son las de menos matrícula y las materias escolares menos gustadas son las de ciencias. Las encuestas de percepción de ciencia arrojan resultados nada alentadores, los estereotipos de científicos son todavía el de “maligno” o el de “loco”. Y lo que es peor: en la vida cotidiana no se habla de ciencia, pareciera que estamos viviendo una contradicción.  

Afortunadamente, la sociedad se está dando cuenta de esto, y en todo el mundo van surgiendo y multiplicándose los esfuerzos por divulgar la ciencia, desde Cosmos, hasta Proyecto G, Big Van, Cienciorama, pasando por Drakontos y ¿Cómo ves?. También vemos el esfuerzo de personas como Tim Minchin, Luis Estrada, Martin Gardner, y un largo etcétera.  Cada uno con sus recursos y estilo, intentan revertir esta problemática.

Frente a dicha situación nace esta columna quincenal para Quiu: Pergolero que como el ave, atiende la problemática con creatividad, colorido, paciencia pero con la seguridad de que el resultado será exitoso. Porque  de esto se trata, de evitar el desastre, de encontrarnos ante la pregunta de nuevo y darle otra oportunidad, esta vez con la pasión real que originalmente tuvo, conociendo sus actores, su historia, su filosofía y su arte, es decir su contexto. También será un encuentro de quiénes  nos comprometemos en esta tarea de hacer y divulgar ciencia, producir y difundir cultura.

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