Las encefalopatías espongiformes transmisibles (EET) son una familia de trastornos neurodegenerativos poco frecuentes que afectan tanto a los seres humanos como a los animales. El agente causal de estas enfermedades es una proteína celular normal denominada proteína priónica celular (PrPC) que se encuentra abundantemente en la membrana celular de las neuronas y las células del sistema inmune. Por eventos aun no comprendidos, la PrPC adopta un cambio conformación anormal  en su estructura (PrPSc), la cual le confiere resistencia a la degradación por enzimas proteolíticas. Esta PrPSc favorece inducir el plegamiento anormal de la PrPC iniciando una cascada de neurodegeneración irreversible por la acumulación de la PrPSc 

Figura 1.- Cambio conformacional y replicación de la Proteína Priónica (Tomado de: http://www.vce.bioninja.com.au)

Este cambio conformacional de la PrPc a PrPsc  es la transformación  a una versión patológica e infectiva y le confiere resistencia al calor y a los métodos tradicionales de esterilización (efectivos contra virus, bacterias y hongos). Aunque el papel funcional de la PrPC todavía no se comprende completamente, existe evidencia a partir de estudios en cultivos celulares y en ratones transgénicos de que la PrPC cumple funciones importantes en la señalización celular, la formación de sinapsis entre las células nerviosas y el mantenimiento de la memoria a largo plazo, por mencionar algunos.

Las EETs humanas pueden ser genéticas (12-15% de los casos), esporádicas (85%), o adquiridas (1-3%). Las EETs genéticas ocurren por mutaciones en el gen PRNP que codifica a la PrPC, en donde para desarrollar la enfermedad es necesario heredar una copia del gen anómalo de sólo uno de los padres. Las formas esporádicas son producidas “de la nada” por la conversión espontánea de la PrPC. En la forma adquirida la enfermedad es transmitida por exposición directa al prión, mediante la ingestión de carne y tejido infectado, por trasplantes de duramadre e injertos de córnea de pacientes con la enfermedad, así como por el material quirúrgico inadecuadamente esterilizado.

Dentro de las priónopatias genéticas se encuentran el Creutzfeldt-Jakob, el síndrome de Gerstmann–Sträussler–Scheinker, y el Insomnio Familiar Fatal. La enfermedad esporádica de Creutzfeldt-Jakob (CJD) es la priónopatia  más frecuente en el humano, pero también se han descrito alrededor del mundo casos de Insomnio Fatal esporádico. El “mal de las vacas locas” o BSE (Bovine Spongiform Encephalopathy) es el caso más conocido del que se tenga registro de las priónopatias adquiridas, esta enfermedad del ganado vacuno se originó por la presencia de priones de origen ovino en el alimento del ganado. El alimento era enriquecido con harinas de carne y huesos de ovejas que presentaban “Scrapie”, que es una enfermedad priónica característica de ovejas y cabras. Posteriormente la  enfermedad se transmitiría de las vacas a los seres humanos al consumir la carne contaminada con el agente infeccioso dando lugar a la nueva variante de la CJD.

En el ámbito clínico-patológico, el plegamiento anormal de las proteínas priónicas conduce a daño cerebral causando cambios en la memoria, la personalidad y la conducta; una disminución de las funciones intelectuales (demencia) y pérdida de la coordinación, que por lo general concluye invariablemente con la muerte de la persona en un lapso de tiempo menor a un año a partir de que se presenten los primeros síntomas. Las principales características histopatológicas de las enfermedades por priones son una extensa espongiosis observada exclusivamente a través del microscopio, gliosis y acumulación de los depósitos extracelulares de proteína prión  con características amiloideas.

Figura 2. Imagen a bajo aumento de una folia del cerebelo de un paciente con CJD. Se puede observar las placas de Prión en la capa molecular (Verde) y en Rojo marcador de las proteínas asociadas al microtubulo. (Datos sin publicar, Banco Nacional de Cerebros “Dr. Raul Mena López”)

Todavía no existe un tratamiento para las enfermedades priónicas en humanos, pero para confirmar la enfermedad se realiza un análisis la proteína 14-3-3 en el líquido cefalorraquídeo. El problema de usar a dicha proteína es que también se encuentra presente en otras demencias como el Alzheimer, por lo que en gran parte de los casos el diagnóstico se confirma al estudiar el tejido cerebral de los afectados después de morir. La resonancia magnética y los encefalogramas han resultado de gran utilidad para detectar las áreas afectadas por el prion, lamentablemente solo son efectivos en etapas avanzadas de la enfermedad.

Aunque la prevalencia de las ETTs es desconocida, aproximadamente 350 nuevos casos, solo de CJD, son reportados anualmente en los Estados Unidos, sin embargo, en México los casos clínicos de CJD reportados son muy escasos debido a que no existe una institución especializada en  el estudio, el diagnóstico y la prevención de las EETs.

Hablar de encefalopatías espongiformes es adentrase a un mundo inmenso ya que existe una variabilidad extrema en la presentación clínica, los patrones neuropatológicos y los subtipos moleculares determinados a nivel genético. En resumen, resulta sorprendente que, aunque se encuentre ausente el ácido nucléico, los priones pueden replicarse por la simple interacción o contacto entre la PrPC y la PrPSc, y generar una de las enfermedades más letales e infecciosas de la actualidad.

 

Referencias asociadas

Kim, M.-O., & Geschwind, M. D. (2015). Clinical update of Jakob-Creutzfeldt disease. Current Opinion in Neurology, 28(3), 302–10.
Neurodegeneration and Prion Disease. (2005). Springer Science & Business Media.
du Plessis, D. G. (2008). Prion protein disease and neuropathology of prion disease. Neuroimaging Clinics of North America, 18(1), 163–82; ix.

 

Autores Victor Manuel Gómez López1, Amparo Viramontes Pintos2, Benjamin Florán Garduño1, José Luna Muñoz2. 1Depto de Fisiología, Biofísica y Neurociencias. CINVESTAV-IPN CDMX. México 2Banco Nacional de Cerebros LaNSE-CINVESTAV. CDMX. México.