Denominamos algas a un conjunto de organismos fotosintéticos, acuáticos y “parecidos a las plantas” aunque en realidad, a diferencia de las plantas “verdaderas”, éstas no tienen raíz, hojas o tejidos vasculares bien definidos. Existe una gran diversidad de formas y tamaños, desde microalgas de apenas 10 micras, que solo podemos observar con ayuda de un microscopio, hasta kelps de más de 50 metros. Las algas habitan en ambientes dulceacuícolas, marinos y zonas terrestres con elevada humedad.
Por una parte, la Ficología es la rama de la biología que se dedica a estudiar a las algas; mientras que la Biotecnología, según el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) es definida como: “toda aplicación tecnológica que utilice sistemas biológicos y organismos vivos o sus derivados para la creación o modificación de productos o procesos para usos específicos”. En este contexto, se ha desarrollado una nueva área de investigación o Ficobiotecnología, que se dedica al desarrollo de la Biotecnología con algas y aunque no lo tenemos presente, algunos productos que empleamos diariamente llevan entre sus componentes derivados algales.
El uso de las algas como fertilizantes se remonta al siglo XIX, cuando se empleaban para mejorar las condiciones del suelo; se obtenía elevado contenido de fibra, mejor retención de humedad y mayor contenido en minerales y oligoelementos. Iniciando el siglo XX se desarrolló una incipiente industria basada en el secado y molienda de algas, sin embargo se debilitó con la llegada de fertilizantes sintéticos. Actualmente, la agricultura orgánica está revitalizando esta industria y al buscar compuestos amigables con la tierra se ha regresado a los ficoextractos; ya que ofrecen mayores rendimientos, resistencia a algunas plagas y heladas, entre otros beneficios. Las algas verde-azules (capaces de fijar nitrógeno) también han sido probadas con éxito como fertilizantes naturales. Perlas de hidrogel (también derivadas de alginatos algales) que encierran consorcios de especies fijadoras de nitrógeno son un buen ejemplo de este tipo de productos.
En diversas etiquetas de cremas y lociones aparecen leyendas como «extracto marino», «extracto de algas» y aún cuando no lo declaren directamente, la mayor parte de los productos cosméticos añaden hidrocoloides (ficocoloides) extraídos de algas. Aunque en general se asocia a las algas con productos para “reducir tallas” o mejorar la apariencia de la piel, la realidad es que dichos ficocoloides sirven como espesantes, estabilizantes e hidratantes y se incorporan en jabones, shampoo, dentífricos y maquillajes. Además también es posible encontrar pro-vitaminas, protectores solares y productos con antioxidantes provenientes de pigmentos algales.
Las algas también se emplean para transformar el exceso de nutrientes presentes en el agua o aire, ya que son capaces de metabolizar nitrógeno, fósforo y metales pesados, además producen oxígeno lo cual mejora la calidad del efluente. En la Universidad del Mar, Oaxaca; se realizó un experimento con la microalga marina Chlorella capsulata en el cual se evaluó la remoción de nutrientes (amonio, nitratos, nitritos y fosfatos) del agua de mar proveniente del Centro Mexicano de la Tortuga, Mazunte (CMT); en un sistema cerrado. Los resultados fueron alentadores ya que además de los fosfatos, los nitratos presentes en las aguas de este acuario fueron removidos en un 88.67 % de los recipientes que contenían el cultivo de Chlorella a diferencia del tratamiento sin microalgas el cual no presentó remoción de desechos nitrogenados. Se amplían así las opciones de organismos empleados como biofiltros en ficorremediación acuícola.
Existen otras industrias que incluyen algas o derivados algales: sirven como alimento tanto a animales como al humano, como aditivos en alimentos procesados, en farmacéutica (recubrimientos y espesantes), textil (espesantes y fijadores de color), biocombustibles, etc. Hay diversas aplicaciones, solo hace falta conocer, investigar sobre los recursos que el mar ofrece para aprovecharlos mediante un uso racional y controlado.