Muchas veces llegamos a pensar que los científicos son superhéroes… Quienes hayan tenido un acercamiento a la ciencia a través de una ligera dosis de divulgación científica como: un programa de Carl Sagan, la lectura rápida de un libro sobre el quehacer científico, alguna conferencia en un encuentro de divulgación o incluso a través de alguna película o serie de televisión que incluya a un científico divertido dentro de sus personajes; probablemente haya desmentido el clásico estereotipo de que una persona de ciencia es introvertida, aburrida, antisocial o incluso estrictamente de la tercera edad.

Quizá con un pequeño vistazo al mundo de la ciencia, uno comience a creer que esas personas que imparten pláticas sensacionales sobre su trabajo o esos personajes misteriosos que vemos en las películas basadas en hechos reales sobre la vida de algún científico; son en realidad superhéroes.

Sí, muchas veces podemos llegar a creer que lo científicos son superhéroes; ellos han buscado cómo describir la naturaleza con matemáticas, les han bastado los sentidos para poder entender fenómenos que no somos capaces de percibir, han desarrollado sustancias y materia que no vemos en nuestro mundo, han planteado preguntas que jamás habríamos formulado sin su curiosidad… Mientras muchos de nosotros dormimos, alguno de ellos se encuentra descifrando la verdad absoluta.

Y aunque todo lo anterior es cierto, ni todos esos factores ni mucho menos la suma de cada uno de ellos, los convierte en superhéroes. Es falso suponer que la ciencia es únicamente la perfección matematizada o la descripción detallada de cada una de nuestras preguntas que como humanidad nos hemos planteado. En realidad un poco de ciencia distorsiona lo que en verdad es.

La esencia de la ciencia

La ciencia no es el conocimiento que tenemos ahora y los científicos no son superhéroes por sus descubrimientos e investigaciones.

Hacer ciencia no es simplemente un gran momento de alegría cuando descubres que tu resultado es correcto o el clásico grito de emoción que vemos en las películas cuando una operación de la NASA ha sido exitosa. Eso es sólo un pedazo de lo que realmente es.

La verdadera ciencia reside, sí, en el placer que se siente cada vez que te aproximas más y más a la comprobación de tu hipótesis, pero tiene sus más profundas raíces en aquellos momentos en los que por más cerca que estés de una demostración o comprobación, aún no es suficiente para llegar al resultado.

El compromiso científico no es prometer dedicarte a la ciencia por el resto de tu vida, es hacerla día y día, noche y noche. No por cumplir un horario, no por publicar un artículo, ni por tener los requisitos del SNI. Sino por no poder no hacerlo, por no ser capaz de dejar algo sin entender, sin encontrar la forma de aprender a mirar un fenómeno desde otros marcos de referencia y saber cómo se verá incluso en dimensiones que no somos capaces de visualizar.

El quehacer científico no es seguir un trabajo mecanizado y cumplir con los procedimientos de una metodología, sino admitir que muchas veces se puede llegar al mismo punto por diferentes caminos y atreverse a buscar mejores rutas, atreverse a innovar sin miedo a equivocarte.

La esencia de la ciencia es en realidad sudor, frustración, desengaño, fracaso, transpiración, desesperación… pero si hay algo que puede soportar el conjunto de todas estas amarguras es la pasión misma y el amor, porque estos convierten los sentimientos más difíciles de afrontar en resiliencia, constancia, tenacidad, audacia, astucia…

La vida por la ciencia

Son los científicos quienes son capaces de hacer esa transformación en su interior. Son capaces de transformar los retos más hostiles de la humanidad y convertirlos en el trabajo por el que dan la vida. Eso es ser un superhéroe.

Los hombres y mujeres de ciencia son superhéroes porque no temen. No, créanme que ellos no temen. No tienen el más mínimo miedo que sus hipótesis puedan ser erróneas. Ellos saben que así será. Y están conscientes de que antes de llegar al resultado pasarán por muchos, muchos errores, incluso no estarán exentos de tener que empezar desde cero. Y también están al tanto que quizá el instante en el que los resultados lleguen a ellos, en lugar de haber contestado las cuestiones iniciales, habrán generado N mil más. Y quizá las respuestas de esas preguntas generen otras más y esas mismas otras más…. Y quizá su trabajo no tenga fin, pero ¿acaso la ciencia tiene fin?

Son superhéroes porque pueden mantenerse en el límite, en la finísima línea fronteriza entre la objetividad y la subjetividad, porque pueden adentrarse en una realidad objetiva y exacta sin dejar en ningún momento de ser humanos y por lo tanto subjetivos. Porque pueden interactuar con entes abstractos que no sienten, pero no por eso ellos dejan de sentir y muchas veces esos sentimientos e intuición son los que les ayudan a encontrar la razón.

Es asombroso que nos impresione que la luz pueda tener un comportamiento de partícula y también de onda al mismo tiempo, pero no es necesario sumergirnos en el mundo cuántico para observar esas dualidades de ser. Las vemos cada vez que conocemos a un científico, porque cada uno de ellos es ciencia y ser humano a la vez.

Es como si el mundo cuántico hubiera estado en nuestro mundo macroscópico todo este tiempo pero simplemente no habíamos interpretado dónde se manifestaba su presencia.

La ciencia posee en sus secretos los misterios más intrigantes, las fuerzas más grandes, las verdades más exorbitantes. Es el poder más increíble. Y quien decide dedicar su vida al poder más increíble que existe, aceptando los efectos secundarios que todo gran poder conlleva, esa persona es un superhéroe, esa persona es a quien llamamos científico.

foto grupal

Es fascinante manifestar que la inspiración de esta nota han sido aquellos superhéroes de la Universidad de Colima que tuve el privilegio de conocer en el Taller de Ciencias para Jóvenes que efectuaron del 14 al 18 de Diciembre en dicha universidad.

Dedicado especialmente a Los cuatro fantásticos:

Dr. Ricardo Sáenz, matemático
Dr. Cesar Terrero, físico
Dr. Luis Delaye, biólogo
Dra. Elena Cáceres, física