Nos encontramos en una época en la que la globalización y las TIC’s nos acercan cada vez más, de manera que es inevitable vivir influenciados por el resto del mundo. Una parte de la población joven del país se ha inclinado por una de las más grandes influencias, originaria de una nueva tribu urbana y un estilo de vida: el anime y el manga japonés.

Para empezar, definamos brevemente el significado de ambas palabras:

  • El anime se refiere a los dibujos animados de procedencia japonesa, podría decirse que son las “caricaturas japonesas”, la mayoría caracterizadas por los ojos tan expresivos y de gran tamaño, abarcando diversos géneros, desde fantásticos, hasta sangrientos, por lo cual no todas son aptas para menores de edad.
  • El manga es el cómic o historieta japonesa, que normalmente posee un formato diferente del cómic americano, siendo comúnmente en blanco y negro, utilizando nuevos estilos de dibujo y diseñado para leer de derecha a izquierda.

Cuando empezó el apogeo del anime y manga, una parte llegó a México, surgiendo series que muchos identificarán por haber marcado su infancia, tales como Dragon Ball Z y Sailor Moon, que, si bien no fueron las primeras, produjeron el mayor impacto en la población infantil y juvenil de ese entonces. Ante la aceptación de dicho público, empezaron a llegar más series e historietas, los aficionados a ello comenzaron a identificarse y concentrarse, siendo cada vez más, de manera que era casi imposible no conocer a alguien con estos gustos o ser uno de ellos.

Poco a poco, esta afición dio lugar a una más de las famosas “tribus urbanas” o agrupaciones de personas con gustos similares: los otakus.

Originalmente en Japón existe tal denominación para las personas con gustos obsesivos por algo, pero dicho significado se transformó, por así decirlo, ya que fue empleado en el país para los aficionados al anime y manga.

Esto no acaba aún, pues diversas empresas y grupos aprovecharon este auge japonés para crear convenciones y expos dedicadas totalmente a ello, siendo un punto de encuentro y reunión para todos los otakus y otras tribus urbanas relacionadas como los gamers. De igual forma, surgió otra agrupación que encontró gran despliegue en estas reuniones: los cosplayers.

Un cosplayer es una persona que, valga la redundancia, hace “cosplay”, el cual es la contracción de “costume play” (juego de vestuario) y consiste en utilizar trajes, accesorios, pelucas y utilería para representar a algún personaje o individuo.

Tampoco se puede dejar atrás la música japonesa, conocida en el ámbito musical como J-Music, surgiendo nuevos grupos y artistas orientales.

Finalmente, el fandom (fanatic kingdom, reino fanático) en el anime, cosplay y manga, incrementó y poco a poco se hizo un lugar en la sociedad mexicana, lo cual no fue sencillo, en especial al inicio, cuando casi todas las obras procedentes de Japón o algún país oriental eran demonizadas y mal vistas por la “gente normal”. Actualmente, las personas se han vuelto de “mente más abierta” y uno puede auto proclamarse otaku sin sentir vergüenza o  burla.

Yo pienso, que así como los otakus se hicieron su propio espacio en el mundo, todos tienen derecho a mantener cualquier tipo de creencia, gustos, aficiones y demás, siempre y cuando no afecten a nadie, por lo cual, no me avergüenzo de decir que también me considero fan de este tipo de cosas y que fue parte de mi infancia y adolescencia. Grandes éxitos han venido del otro lado del mundo y han sido disfrutados por algunos y detestados por otros, pero al fin y al cabo, creo que, así como recibimos de buena manera todo lo extranjero, tampoco debemos olvidar nuestras propias raíces y dejar nuestra propia huella en el mundo, ¡hasta la próxima!