“Qué se puede esperar de un país que le da la espalda a su río”, es una de las frases con las que inicia la película Medianeras, una producción magnífica del director argentino Gustavo Taretto y un must para los arquitectos o los amantes de la vida urbana.También es la película favorita de mi hermana adolescente a quien convencí de ver en una noche a Xavier Dolan y a David Lynch bajo el riesgo de que no volviera a confiar nunca en mis recomendaciones.

En esta época en que las generaciones están más habituadas al contenido visual, el cine puede ser una herramienta para generar crítica e inducir al pensamiento divergente. Durante un tiempo di clases de literatura en un aula de cuarenta alumnos adormilados con la sola pronunciación de la palabra lectura.  En una ocasión les llevé la película de El señor de las moscas, basada en la famosa novela homónima de William Golding. Y aunque en un principio no se entusiasmaron tanto, al final abrimos una pequeña discusión acerca del asunto filosófico de la película. Llevé algunos datos sobre la obra y al final ya estábamos debatiendo si el ser humano es bueno o malo por naturaleza; sin saberlo unos se sentaron en la banca de Hobbes y otros en la de Rousseau.

A otro grupo de estudiantes de preparatoria les propuse ver la película de Hellen Keller, A miracle worker. En un principio pensé que una película en blanco y negro de 1962 que trataba el caso de una famosa escritora sordociega no iba a ser muy atractiva para ellos, sin embargo, consideré que era una buena forma de introducir el tema de la complejidad del lenguaje y que además se sorprendieran con la posterior investigación acerca de la niña que protagoniza la película (la joven Hellen Keller). El resultado fue tan bueno como en el primer caso y me di cuenta de que si bien no por el hecho de ver una película se comprende todo el contenido subyacente, sí es más fácil hacer que los estudiantes den su opinión a partir de una escena o trama que acaban de experimentar sobre todo cuando la relacionan con un tema específico.  

Me parece que las películas -contenido visual, estético y musical- son una buena forma de adentrarnos en el pensamiento universal y compartirlo para generar discusión. Por supuesto, los documentales son muy educativos pero quizá son tan directos que resultan aburridos para los estudiantes. Cortometrajes animados, series de televisión y películas de trama inquietante también pueden conducir al diálogo, y por qué no, también al maravilloso mundo del cine no comercial.

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